LA INVISIBILIDAD DE LA VIOLENCIA
El Periódico, 24 de Noviembre de 2001
Chelo estaba sentada en el sofá del salón de su casa bebiendo una taza de café y viendo la televisión el 3 de noviembre de 1999 a las 6´30, había acabado su jornada laboral nocturna en una fábrica y esperaba para llevar a sus dos hijas al colegio. Su pareja, con quien convivía desde hacía 10 años, se había levantado y sentado a su lado. Entre ellos las cosas no iban bien y ella le había anunciado su voluntad de separarse. Repentinamente, sin que mediara palabra él la atacó con un cuchillo de cocina que tenía oculto, al tiempo que gritaba que la iba a matar. Estas voces despertaron a las hijas que acudieron al lugar donde estaban sus progenitores y vieron como el padre atacaba a la madre con 17 puñaladas en diversos lugares del cuerpo, las primeras en el pecho, seguidas de las del abdomen.
Ahora dos años después se ha celebrado el juicio y condenado al agresor a ocho años de prisión por homicidio que intentó perpetrar, pero no se le ha privado de la potestad sobre sus hijas.
El Código Penal autoriza a imponer junto a la pena que se establezca para el concreto delito, aquellas otras accesorias que tengan “relación directa”, pero un pleno no jurisdiccional de la sala 2ª del Tribunal Supremo del año 2000, estableció que no existe esa relación directa y que deber ser en todo caso un tribunal civil quien adopte tal resolución en proceso independiente.
En los Juzgados con competencias para resolver las cuestiones que afectan al derecho de familia, se presentan a diario demandas en las que se describen malos tratos, en muchos casos se acompañan partes de lesiones, denuncias o sentencias que recogen las pruebas de la violencia descrita, pero muy pocas son las resoluciones que acuerdan medidas para apartar a los hijos de los maltratadores. El derecho de los padres a tener relación con su prole se tutela de un modo preferente y se ponderan como poco importantes, episódicas o aisladas las demostraciones de violencia de género en la familia, muchas veces observadas con sospechas.
Difícilmente se priva por ello de la patriapotestad o del derecho de comunica. Así el dominio del agresor sobre su víctima se transmite entonces a través del hilo conductor del régimen de visitas.
Que el marido esté condenado en uno o dos juicios de faltas por lesiones o amenazas, deviene irrelevante; que esté procesado por violación de la hermana de la esposa o de la propia mujer, no es merecedor de medidas contundentes para apartar a los menores de él. Se interpreta que el niño “necesita” este contacto aunque la brutalidad del ataque se produzca en su casa, a su madre y ante él.
El maltrato resulta generalmente invisible en las decisiones que afectan a menores hijos de quienes lo utilizaron.
Dicen los expertos que la más eficaz forma de acabar con la lacra social de la violencia familiar es la prevención, ya que los métodos de rehabilitación experimentados hasta ahora han resultado ineficaces y también que la mayor parte de estas conductas son aprendidas durante la infancia.
Los menores ven, interiorizan y reproducen con facilidad aquello que han vivido, para borrarlo es fundamental que comprendan el reproche, el horror y el rechazo a que llevan tales conductas.
La tibieza con la que a veces responde la justicia penal no ayuda a ello, la inocuidad que le atribuyen los tribunales de familia no protege a los pequeños del daño directo y en ocasiones irreparable que se les ha ocasionado.
Este año 59 mujeres han muerto en España a manos de sus parejas y en muchos casos los hijos lo presenciaron. Chelo tuvo más suerte y sobrevivió, ha curado de las heridas físicas pero el terror vivido y la acción del cuchillo de cocina le han dejado secuelas para siempre.
Sus hijas vivieron a la edad de 8 y 3 años algo que marcará sus vidas ¿Les protegerán los tribunales evitando que quien tanto daño les hizo pueda acceder a ellas cuando salga de prisión? ¿Podrán los niños y niñas que han visto o crecido en la violencia de sus padres contar con la protección judicial para cortar un vínculo que desestabiliza?
Sabemos que la violencia de género es interclasista, rebasa fronteras y también que las víctimas de ella forman una cifra abrumadora en nuestra país y que las leyes han ido mejorando pero nos falta ver una respuesta eficaz en todos los ámbitos que intervienen cuando esta violencia emerge y rompiendo el aislamiento del hogar familiar se visualiza.