
“La indignidad de legalizar la prostitución” Diari ARA 7-11-2021
Tenemos claro que no pueden venderse los órganos del cuerpo o a los hijos por ejemplo, aunque dicha transacción, pudiera ser voluntaria y ayudara a superar la miseria del que la realizase.
Hemos acabado con la esclavitud y el trabajo infantil con criterios éticos, pero cuando se trata de la cuestión de la prostitución, se levantan proclamas sobre la “voluntariedad” y su “antigüedad”, tachando de “moralista” el argumentario abolicionista.
La abolición de la esclavitud vista con tales parámetros, no se habría producido ya que tenía su inicio en la noche de los tiempos y reportaba también enormes ventajas económicas, incluso era posible encontrar a esclavos que manifestaban que querían continuar siéndolo, de forma voluntaria.
No es el reproche social el elemento esencial en la devastación psíquica de las mujeres, sino el rol de dominación, de pérdida de identidad y la desigualdad y deshumanización. Es un refuerzo de la idea patriarcal de que las mujeres tienen un cuerpo cosificado, público, al servicio de los hombres y de sus deseos y al que se puede acceder como se quiera sin necesidad de que exista un deseo femenino.
Supone tal contrasentido que nadie imagina su cabida en los planes formativos, anuncios de npromoción del empleo y competencia sin fronteras.
Pocos defensores existen de tan brutal práctica, salvo quienes se lucran con ella. En cambio una corriente de opinión difunde la idea que la clandestinidad promueve las mafias y la trata.
La experiencia en los países que han asumido el modelo reglamentarista contradice en cambio+ ncon cifras tales afirmaciones mientras que quienes han avanzado en las medidas abolicionistas ven disminuida significativamente tal lacra.
La bolsa de la que se nutre esta práctica es por un lado la pobreza de las mujeres y por el otro, el concepto de que a ellas se las puede despojar de su propia sexualidad.
Los proxenetas continúan manejando los hilos de un negocio que mueve millones de euros al año, que se publicita y que puede actuar en redes, en muchos casos implicadas en tráfico de mujeres. Ofrecer una reglamentación de los “servicios” en estas condiciones es reglamentar la indignidad.
Tenemos un marco legal abolicionista derivado de los tratados internacionales suscritos y una legislación penal que castiga la explotación sexual, pero no persigue al “cliente”, última esencia de tal práctica. Simultáneamente vivimos en cambio en un país en el que la patronal del proxenetismo está legalizada a través de una asociación.
Es absolutamente contradictorio tener una ley vigente de igualdad y otra contra la violencia de género y pretender regularizar la prostitución como si de una profesión se tratara prescindiendo de que lo esencial también es la igualdad y la dignidad de las mujeres.
El modelo de relaciones entre hombres y mujeres avanza hacia la no discriminación, con soporte legal y políticas sociales por tanto la decisión está en avanzar en un contexto acorde con los derechos humanos o retroceder a prácticas que supeditan tales valores a los intereses
económicos.
Mª José Varela
Abogada